Época: Arte anglosajón
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Arte anglosajón

(C) Isidro G. Bango Torviso



Comentario

El trabajo en marfil muestra una estrecha relación con la producción de libros de lujo, por ello, y tal como ocurre en otros centros de creación del Continente, no es extraño que la historia de las formas del marfil corra paralela a las ilustraciones miniadas. Los grandes monasterios concitaban en su entorno toda una serie de artífices que creaban los objetos necesarios para su propio consumo e, incluso, para su exportación. Generalmente esto facilitaba que su lenguaje plástico presentase una cierta identidad estilística.La eboraria insular denuncia la dependencia de los modelos iconográficos carolingios, de hecho es este trabajo de copia lo que ha favorecido la realización de las obras más importantes; sin embargo, la experiencia de los artesanos escandinavos, tan duchos en los trabajos con este material, deja su impronta en ciertos temas ornamentales y en la tendencia a una plástica esquemática y abstracta.Este tipo de producción, pese a las dos influencias foráneas que definen su origen y expansión, llega a configurar una personalidad estilística propia en las proximidades del 1000, con la aparición de figuras que responden a los mismos planteamientos estéticos del llamado estilo o escuela Winchester. No obstante, las obras en marfil muestran una interpretación más mesurada de las figuras que la de las miniaturas, evitando los amaneramientos estilizados y los exuberantes desbordamientos decorativos. También resulta diferente por condicionamiento mismo de la materia y de la técnica requerida, que se caracterizan por la búsqueda del volumen y corporeidad de las figuras tal como apreciamos en alguna de las obras de mayor empeño creativo.El Crucificado del Museo Victoria y Alberto representa una de las creaciones más significativas de lo que estamos llamando el estilo Winchester de la eboraria. El cuerpo de un Cristo de cuatro clavos se fija a una cruz de oro afiligranado con engastes de esmalte cloisoné representado el tetramorfos y el letrero. Por su relación con la miniatura se ha fijado su cronología hacia el año 1000. El artista ha sabido dotar el rostro de un estado anímico que no se precisa en las imágenes pintadas, a veces simples caras inexpresivas, parece como si acusase la expresión de la interiorización que la plástica otoniana ha creado en las series de sus crucificados.La rica ornamentación vegetal de los manuscritos se manifiesta en la conocida Tau Alcester, fragmento de un báculo que reproduce una compleja filigrana de roleos con largos follajes en los que han florecido amplias corolas. Completan la decoración dos temas historiados, Cristo pisando el basilisco y el áspid, y una crucifixión. Por la ornamentación vegetal se ha pensado en una cronología demasiado temprana, que no es creíble por el sentido de plasticidad románica que se percibe en la cabeza del grifo del extremo de la voluta. Seguramente, su datación más correcta sea hacia mediados de la undécima centuria.Una serie importante de marfiles de características muy relacionadas con las obras insulares se encuentran ligadas desde su origen a territorio francés, lo que ha hecho dudar sobre la nacionalidad de sus autores. ¿Imitadores francos? ¿artistas ingleses trabajando en Francia? La tesis más aceptada considera que se trata de obras sólo comprensibles dentro de la creatividad sajona, lo que podríamos considerar galicismo no son más que ciertos aspectos iconográficos asimilados por los artistas ingleses.La Virgen y el San Juan de la abadía de Saint-Bertin formaban parte de una crucifixión perdida que se ha querido relacionar con el arte del Cristo del Museo Victoria y Alberto antes citado. Manifiestan estos marfiles un tratamiento manierista en los ropajes así como unas figuras de silueta estilizada que les confieren un sentido de la estilización muy diferente al de la obra londinense.